
Fuerzas especiales de la policía alemana, fuertemente armadas, custodian paquetes de cocaína incautados durante una conferencia de prensa en Hamburgo (2024).Imagen: Marcus Brandt/dpa/picture alliance
El consumo y la producción de cocaína han aumentado significativamente a nivel mundial. La superficie de cultivo de coca en América Latina casi se ha duplicado.
En la última década, la producción y el consumo de cocaínahan aumentado significativamente en todo el mundo. Estados Unidos y Brasilcontinúan siendo los principales mercados, pero el consumo también ha crecido de manera sostenida en Europa. Este auge se explica, en parte, por un factor clave: el exceso de oferta.
Daniel Brombacher, director del Observatorio Europeo sobre Crimen Organizado de la Global Initiative against Transnational Organized Crime, explica, en entrevista con DW, que el debate sobre la causa del auge de la cocaína divide a los expertos: “Unos dicen que el mercado está impulsado por la oferta; otros, por la demanda. La verdad está en algún punto intermedio”.
El punto de inflexión: el acuerdo de paz en Colombia
Según Brombacher, el crecimiento exponencial de la producción comenzó tras el acuerdo de paz firmado en 2016 entre el Gobierno colombiano y la guerrilla de las FARC. La regulación del cultivo de coca, antes controlado por ese grupo insurgente, se relajó, lo que abrió el mercado a una competencia más amplia. “Se produce más cocaína que nunca, con más actores en el negocio”, dice. Esto ha provocado un aumento en la cantidad incautada en Europa, mayor pureza, precios estables e incluso más bajos.
Durante la pandemia de COVID-19, el consumo de crack también aumentó notablemente en Alemania y otros países de Europa Occidental. Esta droga, hecha a partir de clorhidrato de cocaína y bicarbonato, tiene un efecto casi inmediato y altamente adictivo. “El crack ha sido uno de los principales impulsores del nuevo auge del consumo. Es cocaína fumable, y su uso sigue creciendo”, afirma Brombacher.
Cocaína más barata, pura y disponible
Actualmente, un gramo de cocaína cuesta en Alemania unos 60 euros. El acceso es más fácil, la calidad más alta y el precio más accesible que nunca antes en la historia reciente.
La cocaína se produce a partir de la planta de coca, que crece casi exclusivamente en Sudamérica. Colombia, Perú y Bolivia encabezan la producción global. De 2010 a 2021, la producción mundial pasó de 914 a 2.074 toneladas. En ese periodo, Colombia duplicó su producción de 329 a 972 toneladas; Perú pasó de 369 a 785; y Bolivia de 216 a 317.
En paralelo, las áreas de cultivo también aumentaron de forma drástica: Colombia pasó de 102.000 hectáreas en 2002 a más de 204.000 en 2021; Perú, de 46.700 a 80.900; y Bolivia, de 21.600 a 30.500. Solo el 10 por ciento de la coca producida se usa con fines legales; el 90 por ciento se destina al mercado ilícito.
En las regiones andinas, el uso tradicional de la hoja de coca es legal y culturalmente aceptado desde hace siglos. Se utiliza como infusión, para masticar contra el mal de altura o incluso como suplemento de calcio. Sin embargo, en países como Alemania, la planta está completamente prohibida por la Ley de Estupefacientes, que veta su cultivo, comercio y consumo.
Reivindicación cultural y mercados alternativos
“En Colombia, Perú y Bolivia ha habido muchos intentos por alejar a la planta de coca de su mala fama”, dice Brombacher. “En parte han tenido éxito. La desdemonización de la hoja de coca ha avanzado bastante en muchos lugares, pero todos los productos desarrollados nunca representaron una competencia seria para el mercado ilegal, ni tampoco para el mercado tradicional existente.”
Tradicionalmente, la planta de coca se ha utilizado desde hace milenios como té o como remedio para masticar contra el mal de altura. Antes de la conquista española de América Latina, también se usaba como fuente de calcio, ya que los animales que dan leche —como vacas, cabras y ovejas— fueron introducidos en la región andina por los españoles. Las hojas secas también pueden procesarse en una especie de harina. Además, la coca se utiliza para fines rituales y ofrendas.
“En los últimos años ha habido muchos intentos, sobre todo con motivaciones políticas, de darle otros usos a la coca. En Bolivia esto fue particularmente impulsado y dirigido desde la política. Surgieron entonces toda clase de productos a base de coca: bebidas, licores, pastas dentales. También hay iniciativas para producir tejidos artesanales muy bonitos y ropa elaborada con hojas de coca, incluso teñidas con los pigmentos de la planta.”
Incluso Coca-Cola contenía originalmente cocaína extraída de hojas de coca —unos 250 miligramos por litro— hasta el año 1906. Más tarde se prohibió el uso de cocaína en bebidas y medicamentos sin receta. Desde entonces, Coca-Cola solo utiliza extractos de hojas que ya no contienen alcaloides. La empresa tiene un permiso especial para importar y procesar hojas de coca provenientes de Perú y Bolivia, utilizadas en la elaboración de la bebida.
(gg/ms)
El crimen organizado en las instituciones de América Latina
El crimen organizado en América Latina penetra la política y las instituciones del Estado para ejercer poder y alterar procesos democráticos. Un panorama con expertos.
Pero este fenómeno no es nuevo, explica a DW Steven Dudley, cofundador y director del centro de investigación InSight Crime: “Son formas de corrupción que existen porque las élites de poder tradicionales no tienen interés en crear estructuras para regular fuertemente las instituciones, a fin de no ser vigiladas en sus actividades”.
A juicio de Iván Briscoe, director de Política de International Crisis Group (ICG), el objetivo del crimen organizado sigue siendo sacar el mayor rédito económico posible, “aprovechando la porosidad del Estado a los intereses privados y explotando redes privadas de corrupción, tráfico de influencias y nepotismo”.
Los métodos de infiltración del crimen organizado
¿De qué manera actúan esas redes criminales? “La delincuencia organizada captura al tejido económico para usar a empresas legales como infraestructura de producción y distribución, y el sistema político le permite contar con la protección de sus mercados para seguir con la distribución, a través de la corrupción y el lavado de dinero”, dice al respecto el investigador y académico Edgardo Buscaglia, director del International Law & Economic Development Center.
“Este fenómeno va en aumento debido a una mayor captura del tejido político y social, porque, a la vez, están disminuyendo los índices de desarrollo humano, y eso alimenta los niveles de ingreso de la delincuencia organizada,” subraya Buscaglia, autor de una docena de libros sobre el tema.
Por su parte, Sandra Pellegrini, analista de Armed Conflict Location and Event Data (ACLED), que investiga la violencia contra actores políticos en la región, indica a DW que “esos grupos tienen diversas estrategias para infiltrarse en la administración pública, en los círculos de poder y en los procesos de tomas de decisiones, pero esas estrategias son poco visibles y muy difíciles de medir, en especial, si la capacidad de investigación en cada país está debilitada”.
Gobiernos dictatoriales y democracias
“Las relaciones entre el Ejecutivo y la Legislatura son un parte fundamental en los casos de corrupción más grandes de las últimas dos décadas, que fueron en Brasil los de Petrobras y Odebrecht, y allí el crimen organizado no fue responsable de todos los actos de corrupción”, aclara Briscoe. “Pero si hay canales de corrupción y de tráfico de influencias, normalmente también estará presente la criminalidad organizada”.
El experto resalta, por otra parte, las diferencias entre gobiernos autocráticos y regímenes dictatoriales, y los sistemas democráticos. “En las democracias, el clientelismo criminal no llega a los extremos que se dan en los sistemas dictatoriales”, destaca. Y ejemplifica con el caso de Venezuela.
“Venezuela es uno de los países donde vemos los acuerdos más fuertes entre el crimen organizado y la política. Hay evidencia de acciones judiciales de Estados Unidos contra los nexos de los cárteles del narcotráfico con militares y con el Gobierno de Nicolás Maduro, y también sobre conexiones entre militares y la minería ilegal en el sur del país”, sostiene Briscoe.
Colombia tiene mayor capacidad de combatir la delincuencia organizada, contrasta Buscaglia. Pero los grupos criminales “se han atomizado, generando una violencia cada vez mayor”. Aunque “en Colombia, la violencia es más política que generada por la delincuencia organizada”, destaca, en referencia al atentado contra el precandidato Miguel Uribe Turbay.

Caballo de troya del crimen organizado: las campañas electorales
La forma más común de infiltración de organizaciones criminales en la política es a través de la financiación de campañas electorales, según los investigadores. “Se potencia el pago de sobornos a cambio de protección, por ejemplo, en las rutas del narcotráfico”, detalla Pellegrini. “Esos grupos también ofrecen seguridad privada o movilización de votantes, algo muy claro en el caso de Haití”.
Eso también pudo constatarse en México, durante fases de transición democrática, dice Briscoe: “Aprovechan la fragmentación del Estado para dirigirse a los puntos débiles, donde pueden explotar la corrupción y la complicidad para abrir espacios para sus negocios”, pondera. “En el caso de México, es el famoso ‘Plata o plomo’, para corromper a alcaldes, jueces, fiscales de distrito”.
“A través de la corrupción política controlan a los jueces, exigiendo que no se avance en investigar determinado caso en el que una empresa amiga les financia la campaña electoral. Y algunos jueces, generalmente dependientes de los políticos, obedecen”, consigna Buscaglia.
Para Steven Dudley, “esos grupos no debilitan a las instituciones, sino que estas ya estaban debilitadas, y el Estado no responde a las necesidades de la población, sino a los de esos grupos criminales. Se trata de un sistema depredador en el cual ya nadie confía, y eso es como una profecía autocumplida”.
“En Latinoamérica -salvo excepciones, como Chile o Colombia- se auditan muy poco los dineros de campaña. No hay auditorías en México ni en Argentina. Eso hace que la política siga siendo un canal de protección de las actividades mafiosas de esos grupos”, puntualiza Buscaglia.
Por su parte, Sandra Pellegrini, la investigadora de ACLED, resalta además que “la coerción violenta no solo disuade a los candidatos, que se retiran de las campañas, sino que también reduce la participación en zonas de alta violencia”.
La influencia de los clanes políticos
“El dinero sucio en las campañas electorales en México o Colombia, por caso, van de la mano de los poderes locales autoritarios en los llamados enclaves políticos, gobernados por familias o clanes donde hay complicidad de los políticos con las organizaciones criminales”, señala Briscoe, del ICG. Y enumera casos notorios en la costa atlántica de Colombia y en el departamento de Petén, en Guatemala.
Sandra Pellegrini recuerda que hubo nexos comprobados entre grupos criminales y las fuerzas del orden y las autoridades en varios países, como México, Honduras, El Salvador y Ecuador. Para ella, “es importante hacer visibles los actos de violencia contra políticos” para contrarrestar el poder de los grupos criminales.
¿Qué estrategias podrían frenar esta evolución? “Una acción transparente por parte de comisiones de investigación parlamentaria”, explica Briscoe. “Un sistema de auditoría de acciones públicas y, en el sistema judicial, la persecución de los crímenes, que fortalezca a la Justicia”. Y recuerda a la Comisión Internacional contra la Impunidad (CICIG), en Guatemala, que intentó limpiar al Estado de los intereses criminales y corruptos, además de encaminar reformas legales.
“La gente acude a la delincuencia organizada como un mecanismo para sobrevivir”, subraya, por su parte, Buscaglia. “Los indicadores de desarrollo están colapsando en América Latina. Cuando el Estado falla en garantizar los derechos humanos fundamentales, eso alimenta a la delincuencia organizada”, concluye.
(ms)