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- Autor,Rafael Abuchaibe
- Título del autor,BBC News Mundo
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Pocas ideas son tan propias del credo estadounidense como la de la libertad de expresión.
Protegido por la Constitución del país desde su concepción, en el año de 1776, el derecho a poder pensar libremente se expresa en la primera enmienda, la cual garantiza que en el territorio se proteja la libertad de expresión y de prensa, la libertad de convicción religiosa, la de asociarse pacíficamente y la de manifestarse ante el gobierno cuando existan inconformidades.
Sin embargo, al revisar la historia de lo que ha ocurrido en estos casi 250 años de historia desde que se redactaron la Constitución estadounidense y sus primeras 10 enmiendas -conocidas en conjunto como la “Carta de Derechos”- es fácil encontrar que, más allá de ser un derecho garantizado, la libertad de expresión ha permanecido bajo un constante estado de amenaza latente y que, en muchas ocasiones, se le ha coartado a personas que mantienen posiciones distintas a las de la mayoría.
Para su último libro, el periodista estadounidense Clay Risen se dedicó a examinar una época en particular de la historia estadounidense en la que la libertad de expresión se vio atacada frontalmente: el periodo de persecución “anti-comunista” -liderado por el Comité de Actividades Antiamericanas del Congreso que presidió el republicano Joseph McCarthy- que tuvo lugar en EE.UU. entre los años 40 y 50, y se vino a conocer como el Temor rojo.
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“La Primera Enmienda en EE.UU. protege tanto la libertad de expresión como la libertad de asociación; y, en teoría, tú puedes criticar abiertamente al país o incluso odiar su política y seguir siendo protegido legalmente”, le dice a BBC Mundo Risen, autor del libro “Red Scare: blacklists, McCarthyism and the making of modern America” (Temor Rojo: listas negras, Macartismo y la creación del EE.UU. actual).
“Durante el Temor rojo, eso no aplicaba si se te vinculaba con el comunismo o con alguien sospechoso de ello.”
En una era de la política estadounidense en la que se le impide a medios de comunicación ingresar a las rueda de prensa de la Casa Blanca por usar un nombre “no autorizado”, se amenaza con deportar a estudiantes por expresar sus ideas en los campus universitarios, se recortan los fondos de medios estatales para controlar el contenido que publican y, se intenta silenciar a los medios con avalanchas de demandas por difamación, BBC Mundo habló con Risen sobre los paralelismos entre la era del Macartismo de los años 50 y la realidad actual del país que él encontró durante su investigación
Fuente de la imagen,Clay Risen
Empiezo por preguntarte por una referencia que haces en Red Scare, al libro La Plaga, de Albert Camus: “el bacilo de la plaga nunca muere ni desaparece definitivamente”. ¿Por qué esa idea se volvió central en tu libro?
Esa frase de Camus siempre me impactó. Antes de dedicarme a la historia estadounidense, me había concentrado en la historia moderna alemana y europea.
Desde entonces, me quedó grabada la idea de que, tanto en la historia de EE.UU. como en la de Europa (y probablemente en la naturaleza humana en general), existe esta tendencia a pensar que, si sucede algo malo, aprendemos la lección y eso no volverá a ocurrir.
Sin embargo, Camus muestra que el peligro real no solo es que el mal triunfe, sino que lo olvidemos y, al bajar la guardia, se repita.
Creo que eso fue lo que me motivó porque creo que este periodo del “Temor rojo” fue un periodo de histeria histórica que pareciera afectar a EE.UU. de vez en cuando.
Ya sea los juicios de Salem, o las teorías conspirativas contra los católicos en el siglo XIX, y por supuesto, el “Temor rojo”, pareciera haber un patrón en el que se olvida las razones que llevaron a que esas cosas ocurrieran y bajamos la guardia como lo advierte Camus.
¿Puedes explicar cómo el miedo afectó la libertad de expresión durante la era del temor rojo?
La Primera Enmienda en EE.UU. protege tanto la libertad de expresión como la libertad de asociación; y, en teoría, tú puedes criticar abiertamente al país o incluso odiar su política y seguir protegido legalmente.
Ahora, no puedes actuar de manera ilegal, eso es otro punto. Es algo que aprendemos en este país desde la escuela primaria,.
Pero durante el “Temor rojo”, eso no aplicaba si se te vinculaba con el comunismo o con alguien sospechoso de ello.
Se estableció la “culpabilidad por asociación”, acusar a personas que en algún punto se afiliaran con causas vistas como “comunistas: a personas que firmaron años atrás una petición ligada al Partido Comunista, que donaron dinero para la Guerra Civil española en el bando republicano -una causa muy común en los años 30 y 40-, o incluso aquellos que solo simpatizaron con causas progresistas, se les puso en la mira.
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Muchas de las víctimas del “Temor rojo” nunca tuvieron nada que ver con el Partido Comunista.
Esto creó un ambiente de miedo generalizado. Los medios, por temor a verse acusados de “procomunistas”, preferían no cubrir ciertas historias. Lo mismo ocurría con abogados que no querían defender a los perseguidos para no sufrir represalias.
En muchas maneras, es parecido a lo que pasa con las redes sociales hoy, con las personas que de un momento a otro dicen: “¿Pero qué fue esto a lo que le di like hace 5 o 6 años?”
La respuesta de muchos en el “Temor rojo” fue la autocensura. Cuando se silencian reportajes o se deja de apoyar a los acusados por terror a ser tildado de “subversivo”, la libertad de expresión se convierte en la víctima principal de la política del miedo.
De la persecución de los años 50, sobresalen dos nombres: el del Senador Joseph McCarthy, quien lideró el comité antiestadounidense y la causa anticomunista en el Congreso y, del de Edward R. Murrow, el icónico periodista de la cadena CBS que se enfrentó a McCarthy y jugó un papel fundamental en desenmascarar los excesos de la persecución.
Con el exceso de información que existe hoy en día gracias al internet, ¿crees que alguien en los medios pueda tener el suficiente peso moral como para mantener la confianza de las audiencias y pueda desenmascarar como hizo Murrow los extremos de la política actual?
Creo que es una gran pregunta porque realmente te pone a pensar hacia dónde podrían estar encaminándose las cosas actualmente.
McCarthy manejaba muy bien los tiempos de la prensa escrita: sabía cómo conseguir el titular llamativo y cómo explotar los cierres de edición de los periódicos. Pero no sabía explotar la televisión.
Cuando McCarthy empezó sus campañas, la mayoría de hogares en EE.UU. no tenían televisión, pero luego, en unos años, estaban por todos lados.
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Por otro lado, Murrow sabía manejar la televisión muy bien. Supo usar las grabaciones de McCarthy tal cual, para que la gente lo viera como era. Le entregó su propia soga para que se ahorcara y mostró al verdadero McCarthy y sus tácticas de intimidación.
Eso fue devastador para la imagen del senador.
Hoy, internet y las redes sociales son el verdadero campo de batalla. Podría no ser un periodista tradicional quien lidere la denuncia, sino alguien experto en plataformas digitales, capaz de llegar directamente a millones de personas.
Lo esencial es tener valor para mostrar la verdad y el dominio de esas nuevas herramientas para difundirla masivamente.
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Quería preguntarte sobre el clima de intimidación que vivimos hoy. Tú y yo somos periodistas, y vemos cómo algunos medios enfrentan presiones muy fuertes.
Por ejemplo, a la agencia AP se le restringe el acceso a las ruedas de prensa de la Casa Blanca por no seguir su línea oficial en referencia al Golfo de México; el cierre de la Voz de América y el recorte de fondos a NPR por sus cubrimientos sobre distintos temas, y se oyen casos como el de Mahmoud Khalil, un estudiante que terminó siendo detenido por expresar sus opiniones sobre Israel y el conflicto en Gaza en un campus universitario sin ser ciudadano estadounidense.
¿Qué paralelos encuentras entre lo que estamos viendo y lo que pasó en el temor rojo?
Bueno, justamente sobre este punto —y no es una idea mía originalmente—, el caso de Khalil muestra una noción que existe de que una persona que no haya nacido en EE.UU. tiene menos derechos y menos protecciones, algo que es falso de acuerdo con la Constitución y con la jurisprudencia del Tribunal Supremo.
De hecho, esto ya se litigó muy a fondo durante el “Temor rojo”, cuando el gobierno logró deportar a muchas personas que eran ciudadanas naturalizadas o residentes permanentes, simplemente por haber estado vinculadas, siquiera de forma pasajera, con el Partido Comunista.
El razonamiento entonces (y que parece repetirse) era que, al no haber nacido aquí, carecían de los mismos derechos que un ciudadano de nacimiento.
Eso es sumamente peligroso, porque en cuanto aceptas que alguien puede decidir unilateralmente quién tiene o no tiene ciertos derechos, abres la puerta a nuevos abusos. Dejas campo libre para que, mañana, te digan: ‘Tú no escribiste el artículo que debías’ o ‘Te pusiste del lado equivocado’, y te conviertes en blanco de represalias.
Si hablamos de medios como AP, de la desfinanciación de NPR o de la reorganización de Voice of America, estamos ante el mismo patrón: un gobierno o una autoridad puede presionar o sancionar a quien no encaje con su narrativa, y eso genera un ambiente donde muchos prefieren no arriesgarse.
Durante la caza de brujas ocurrió lo mismo: se justificaba perseguir al que “no era suficientemente patriota”, se limitaban voces críticas y, al final, la prensa o los ciudadanos comunes se volvían demasiado temerosos para discutir abiertamente.
Así que, efectivamente, veo un paralelismo muy claro entre aquellas deportaciones o despidos basados en sospechas de comunismo y estas presiones que vemos hoy contra periodistas y medios que, en teoría, solo están ejerciendo su libertad de informar o de opinar.
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Si hay algo que aprecio de la historia es que te enseña que las cosas, por difíciles que parezcan en el momento, eventualmente cambian y siempre surge algo nuevo: ¿crees que podamos buscar en la historia del “Temor rojo” algo que nos haga pensar que esto también va a cambiar?
¿Sabes? Puede que esto vaya a sonar inocente pero sí creo que hay algo de cierto en que a veces las cosas se enloquecen en EE.UU., por decirlo de alguna manera, pero también tienden a arreglarse.
Eso no quiere decir que todo vuelva a la normalidad después y que todo esté bien, pero a la larga creo que somos un país que tarde o temprano rechaza a los demagogos, el problema es que ese “tarde o temprano” puede significar que suframos bastantes daños en el proceso.
Vimos mucho de esto también en el “Temor rojo”, esta parte fea de la cultura estadounidense que disfruta el dolor de los demás –algunos de los videos de deportaciones son bastante impresionantes, pero hay gente que los disfruta-.
En esa época también, mucha gente tardó en entender lo que estaba pasando; cuando abrieron los ojos, ya existía un sistema de persecución. Ahora, por lo menos, ciertas voces se han alzado oportunamente y alertan sobre el posible retroceso en el acceso a las libertades.
Eso me da esperanza, porque nos permite actuar con antelación.
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Como colombiano, he visto de cerca lo importante que es llevar a cabo procesos de verdad y reconciliación después de procesos traumáticos como la guerra y el conflicto.
Es cierto que tienen muchas fallas pero ayudan al reconocimiento de los errores y facilitan la reconstrucción.
¿Crees que a EE.UU. le hizo falta un proceso de verdad y reconciliación sobre lo que pasó en el “temor rojo” para superar lo que vivió?
Sí, creo que EE.UU. rara vez hace un ajuste de cuentas formal con sus capítulos más oscuros.
Lo vimos con la esclavitud y luego con la segregación, y también con el “Temor rojo”: no hubo un proceso en que se dijera “esto pasó, estas personas fueron responsables y este fue el daño”.
Terminó la persecución, y se impulsó la defensa de las libertades civiles, pero sin un acto de reconocimiento ni de rendición de cuentas.
En consecuencia, las lecciones se van diluyendo con el tiempo, la gente olvida y, cuando surgen nuevas amenazas, no recordamos lo vulnerables que podemos llegar a ser.
Hablabas sobre la autocensura que algunas personas se imponen en redes sociales, argumento que se ha convertido en parte clave de la plataforma de la derecha para acusar al progresismo de usar tácticas de censura.
Tácticas que, irónicamente, se han asociado a lo largo de la historia a los movimientos de derecha.
¿Crees que la derecha está aprovechándose de la manera en la que la izquierda expresa algunas de sus ideas más progresistas para justificar reducir el acceso a la libertad de expresión?
Sí, creo que hay un juego de espejos en la historia de EE.UU.
Por ejemplo, el Partido Comunista tuvo actitudes muy autoritarias en su dirigencia, con financiamiento soviético y controles internos; sin embargo, era un grupo numéricamente pequeño.
La derecha se basó en esos detalles reales (pero limitados) para exagerarlos y perseguir de forma mucho más amplia, calificando como “comunista” a cualquiera con ideas progresistas.
Hay puntos de vista diferentes en lo que tiene que ver con el alcance de algunas de las medidas de equidad que se han venido adoptando este siglo, y una discusión que se debe tener es la del control del lenguaje que impulsa la izquierda, pero todas estas discusiones están lejos de representar una amenaza a la sociedad.
Hoy, estas discusiones se están utilizando como una herramienta para imponer unos cambios dramáticos al gobierno, cortar fondos, restringir o eliminar derechos civiles, cosas que nada tienen que ver con el objetivo establecido.
Es una manera peligrosa de justificarse, ocurrió durante el “Temor rojo” y hoy está ocurriendo otra vez.
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¿Dirías que nos enfrentamos a una amenaza a los derechos civiles hoy tan grande como la del temor rojo?
Creo que es difícil de decir porque tantas cosas están en flujo.
Creo que la amenaza existe, absolutamente, pero volvamos a conversar en uno o dos años a ver si la amenaza se cumplió.
Es el tipo de cosa que es peligrosa porque es paulatina, no es una revolución.
Durante el “Temor rojo”, nunca hubo un momento donde la gente simplemente dijera, “ya empezó”.
Fue algo en lo que la gente simplemente se despertó un día y de repente se dio cuenta que llevaba el último año o dos descendiendo en esta crisis.
Creo que una de las diferencias con lo que ocurrió en los años 50 es que hoy hay más consciencia y más conversaciones sobre el tema, al menos en la izquierda, acerca del desvanecimiento de los derechos civiles en EE.UU.
Y aunque eso es miedoso, en otro nivel es tranquilizante saber que hay gente refiriéndose al tema de la manera en la que lo hacen, así corran el riesgo de sonar como el pastorcito mentiroso.
Yo no creo que ese sea el caso.
Creo que es bueno ver personas que se paran y denuncian de esta manera, hablando como si estuviéramos en una crisis porque realmente creen que estamos en una crisis, así la reacción en la derecha sea la de decir: “ay, no es para tanto”.
Ahora si eso importa, si sus voces importan lo suficiente como para corregir el rumbo del barco antes de que sea muy tarde, no lo se…