
Historias crudas sacadas de entre los escombros de la tragedia del Jet Set
«Eran aproximadamente las 12:51 de la madrugada cuando recibí la llamada de mi director, el mayor general Juan Manuel Méndez, titular del Centro de Operaciones de Emergencias (COE). Al contestar, me dijo: Olivares, el asistente del presidente me acaba de llamar. Informa que el techo de la discoteca Jet Set se desplomó. ¡Salí de inmediato hacia allá!”.
Así comienza el testimonio de Edwin Olivares, subdirector y jefe de la División de Operaciones del COE, sobre la trágica madrugada del 8 de abril cuando en pleno concierto del icónico merenguero Rubby Pérez, el techo del Jet Set, uno de los centros de diversión más emblemáticos de Santo Domingo, colapsó, sepultando a casi la totalidad de los presentes, provocando la muerte de 233 personas y dejando más de 180 heridos.
Desde ese primer momento, Olivares asumió la coordinación general del rescate, liderando un equipo que no escatimó esfuerzos para salvar vidas.

Una respuesta forjada en la experiencia
Panorama quiso adentrarse en las vivencias de quienes enfrentaron aquella madrugada de horror. Recoger sus voces es rendir homenaje a la valentía que emergió en medio del caos.
“El trayecto hacia el Jet Set fue un ejercicio mental intenso”, recuerda Olivares. “Como jefe de operaciones del COE y con más de 30 años de experiencia en emergencias tanto en el país como en el extranjero, fui elaborando el perfil del escenario: qué podíamos esperar, qué recursos debían activarse de inmediato”.
Esta capacidad de análisis le permitió comenzar a mover piezas clave aún antes de llegar al lugar del desastre. “Llamé de inmediato al general José Luis Frómeta Herasme, jefe del Cuerpo de Bomberos del Distrito Nacional. Le dije: El techo del Jet Set colapsó. Activen el grupo de rescate y la línea de primera respuesta. Probablemente ya estén al tanto, pero movilicen todo lo necesario. También contacté al jefe de operaciones de las Fuerzas Armadas y al de la Defensa Civil. Aún no había llegado al sitio y ya estábamos desplegando nuestra capacidad de respuesta”.
Entre escombros y esperanza: el testimonio de una doctora en la tragedia del Jet Set
En medio del caos y el polvo, cuando la tragedia ya era innegable, una figura se abrió paso con casco, linterna y firmeza en la mirada. Era la doctora Greicis Zarzuela, quien, desde su cargo en el Departamento de Riesgos de la Dirección de Servicios de Atención a Emergencias Extrahospitalarias (DAEH), se sumó al equipo de rescate aquella madrugada que marcó para siempre la historia de República Dominicana.
Su experiencia como voluntaria de la Defensa Civil, más de 20 años de servicio, le dio el temple necesario para enfrentar lo impensable. Pero ni toda esa preparación podía anticipar lo que vería esa noche.

“Cuando me avisaron del desastre, pensé que había caído una pared. Nada más. Pero al llegar al lugar y ver la escena, la multitud, los bomberos, las agencias desplegadas… supe que algo mucho más grande había pasado”, recuerda con voz serena pero firme.
La entrada al infierno
Ya integrada al operativo, y trabajando junto al jefe de Operaciones del COE, Edwin Olivares, comenzó a contabilizar a las víctimas que iban siendo extraídas de entre los escombros. Poco después fue requerida como médica de campo.
“Yo iba equipada, con casco e indumentaria, lista para intervenir. No sabía a qué me enfrentaba exactamente, pero mi formación en rescate me permitió actuar rápido”, explica. Lo que encontró al adentrarse en las ruinas era sobrecogedor: cuerpos atrapados entre columnas, paredes caídas y estructuras retorcidas. Y entre ellos, vidas que aún luchaban por aferrarse a la esperanza.
“Comenzamos a entrar en pequeños espacios, huecos por donde apenas podíamos pasar, para canalizar a las personas heridas. Habían pasado demasiado tiempo sin atención, necesitaban fluidos, necesitaban alivio”.
Dolor que habla
En medio de las muchas imágenes imborrables de aquella jornada, hay una que Zarzuela lleva tatuada en la memoria: una mujer atrapada de la cintura hacia abajo, completamente comprimida bajo los escombros.
“Me decía: No me canalices. Yo intentaba hacerlo, pero se quitaba todo. Solo pedía morfina. Y yo pensaba: ‘¡Dios mío, cuán intenso debe ser ese dolor!’. No sé si era médica o si tenía conocimientos, pero entendía perfectamente lo que necesitaba”.
El peso de las estructuras sobre los cuerpos dificultaba muchas veces incluso una simple vía intravenosa. “Algunos tenían edemas tan severos que no pudimos canalizarlos. Pero, en la mayoría de los casos, logramos brindar la ayuda que tanto necesitaban”, relata con emoción contenida.
“Zona de terror”: el relato de un coronel en la tragedia del Jet Set
El coronel José Rafael Hernández, miembro del Cuerpo de Bomberos de San Pedro de Macorís y oficial de emergencias del COE, también estuvo presente aquella fatídica madrugada.
“Por un momento pensé que era una explosión. Cuando llegué, todo estaba en el suelo, como si hubiese caído una bomba. Fue devastador”, dijo con voz firme.
El lugar estaba completamente a oscuras. Solo con linternas, lámparas y la iluminación de los cascos, comenzaron a visualizar la magnitud de la tragedia.
“Era una auténtica zona de terror. Caminabas y te tropezabas con cuerpos o con partes de ellos. Muchos estaban sepultados desde la cintura hacia abajo o hacia arriba. Las lesiones eran extremas, y muchos ya habían fallecido. Jamás imaginé ver algo así”, relató.
Al principio creyó que solo una sección del Jet Set había colapsado. Pero a medida que la visibilidad mejoraba, la realidad se hizo más clara: el desastre era total.
Recuperación del cuerpo de Rubby Pérez
24 horas después de la tragedia, el paradero del cuerpo de Rubby Pérez era desconocido. Según relató Olivares, quien estuvo al frente de la recuperación del cuerpo del merenguero, pasada la medianoche del martes 9 de abril, uno de los integrantes del equipo le informó que habían localizado el cuerpo del artista.
«Nos dimos cuenta de que extraer el cuerpo sería una tarea difícil», explicó Olivares. «Coordinamos con uno de los operadores de grúas para levantar una viga que, junto a los escombros, dificultaba el acceso. Logramos elevarla unos cuatro metros. Los muchachos hicieron la extracción, colocamos el cuerpo en la bolsa y yo mismo lo identifiqué. Confirmé que era él y procedí a realizar una llamada a las 12:57 de la madrugada a su hermano Neifi Pérez. Le dije: Hermano, ya sacamos a tu hermano. Él me respondió: ‘Mi otro hermano está ahí, confírmelo. Y así lo hicimos, en coordinación con la Policía Científica, que llevó a cabo el proceso de identificación oficial y notificó a la familia».
Olivares detalló que, aunque la ubicación exacta del cuerpo ya había sido determinada, la extracción tomó alrededor de 45 minutos.
“Habíamos retirado una gran cantidad de escombros previamente, lo que facilitó el acceso. Además, contar con equipos pesados como las grúas fue clave para levantar la viga que obstaculizaba el lugar donde se encontraba”.
Pérez tenía 69 años; la noticia de su muerte sacudió a la República Dominicana y al mundo musical, que despidió con lágrimas y ovaciones a una de sus figuras más queridas. Fue velado con honores en el Teatro Nacional Eduardo Brito, y artistas como Juan Luis Guerra y Wilfrido Vargas rindieron tributo a quien muchos llaman con justicia, “La Voz Más Alta del Merengue”. Su canto, sin embargo, seguirá sonando en cada fiesta, en cada recuerdo, en cada corazón que alguna vez bailó con sus canciones.

«Servidores, no héroes»
La tragedia del Jet Set, por su magnitud, el número de víctimas, y el impacto que ha dejado tanto en el país como a nivel internacional, dejó una profunda huella emocional. En medio del caos, los rescatistas y el personal médico enfrentaron no solo una emergencia sin precedentes, sino también el peso de mantenerse firmes para salvar vidas.
Uno de ellos fue el mayor paracaidista Carlos Enrique Olivares Ureña, de la Fuerza Aérea de la República Dominicana. Apenas fue notificado, se trasladó de inmediato al lugar del desastre e integró el equipo de respuesta. “Me quedé encargado de la seguridad operativa, asegurándome de que todos los equipos trabajaran con lo necesario. Coordinaba el uso de herramientas como sierras y equipos de corte para facilitar las extracciones, mientras mantenía la logística fluyendo en tiempo real”, explicó.

Con más de 30 años de experiencia en operaciones de rescate, dentro y fuera del país, Olivares confesó que los gritos de auxilio de las víctimas y la tensión permanente dejaron marcas imborrables. “Fue traumático, pero uno se concentra en la misión: salvar vidas. Había que contener las emociones. Recuerdo que salíamos unos minutos a tomar agua o un café. A veces me reía o hacía chistes, y un compañero me dijo que eso era autodefensa. Fueron más de 50 horas sin dormir”.
Desde otra área clave, la doctora Luisanna Mercedes, encargada del Departamento de Gestión de Riesgos y Desastres de la DAEH y enlace de esa institución en el COE, trabajaba en el puesto de mando. Coordinaba estadísticas, monitoreaba la capacidad hospitalaria y servía de puente con los centros de salud. También brindó contención emocional a los familiares.
“En medio de la emergencia, logré movilizarme hacia la zona donde estaban los familiares, antes de que llegaran a los íconos de referencia y al área de la bomba. Entre las 7:00 y las 10:00 de la mañana, el ambiente era desesperante. Nadie tenía noticias claras de sus seres queridos. Todos conservaban la esperanza de encontrar a su familiar con vida, y nuestro deber era darles contención, explicarles que había un equipo trabajando adentro, y que afuera estábamos nosotros para apoyarlos en medio de una situación sumamente difícil”, indicó.
El trabajo con el equipo de salud mental fue clave. Psicólogos y especialistas se integraron para brindar orientación con empatía. La lista de fallecidos se manejaba con discreción, para evitar un impacto más traumático. “Nuestro enfoque era humanizar el proceso. Se trataba de dar noticias devastadoras con la mayor sensibilidad posible”, especificó.
Una escena que nunca olvidará fue la de un señor que lloraba desconsolado. “Decía que él debía estar dentro, que iba a entrar con su familia, pero, por una decisión de último momento, no lo hizo. Sobrevivió, pero su esposa, hijos y sobrinos fallecieron. ¿Cómo se le explica eso a alguien? Hay que mantenerse firme, aunque el corazón se rompa”, exclamó.
Cada quien jugó un rol: rescatistas, personal médico, psicólogos, logística. Todos aportaron. “Fue un trabajo duro, pero salimos adelante. Y como país, tenemos que aprender. Esta tragedia nos dejó enseñanzas profundas sobre la necesidad de estar preparados, de mejorar protocolos, de valorar la vida y las personas que nos rodean”, dijo.
Todos los que trabajaron de cerca en la tragedia del Jet Set, en las labores de rescate, en salvar vidas, en ver cómo los familiares apostados en el lugar esperaban buenas noticias con esperanza, sabían que llevaban sobre sus hombros una gran responsabilidad. Cada minuto contaba. Y aunque no se consideran héroes, sino servidores, reconocen que es su deber estar ahí, por su país y por su gente. Siempre estarán listos para servir donde se les necesite.