El asalto a la cárcel de Puerto Príncipe es un reflejo más de la violencia que sacude Haití desde el asesinato del presidente Jovenel Moïse, agravando la inseguridad y desestabilizando social y políticamente el país. La violencia de las pandillas, los secuestros y la agitación política han dificultado la reconstrucción y el desarrollo.
Dado que el Gobierno ha perdido la capacidad de responder a necesidades básicas de gobernabilidad, seguridad, y servicios públicos de sus ciudadanos, muchos analistas coinciden en que Haití es un Estado fallido, mientras otros lo declaran incluso prácticamente inexistente. Un vistazo a las cifras y los datos históricos nos ayuda a entender mejor la situación.
Datos y cifras actuales
Haití, que comparte la isla con República Dominicana, tiene un tercio del territorio y una población de 11 millones 724 mil 764 habitantes, tras haber crecido más del 40 por ciento desde el año 2000. La población joven, con una edad media de 24,3 años en 2021, y una esperanza de vida de 64,8 años, enfrenta una situación económica y social crítica.
El Banco Mundial estimó que, en el 2023, el 63 por ciento de los haitianos viviría con 3,65 dólares diarios, y al menos unos 5,2 millones de personas necesitan hoy asistencia alimentaria y de vivienda, una cifra que aumentó un 20 por ciento desde 2022.
Desafíos educativos y económicos
La escolaridad en Haití enfrenta desafíos significativos. Cerca de la mitad de los haitianos mayores de 15 años son analfabetos y tan solo aproximadamente el 50 por ciento de los niños habían completado la escuela primaria en 2020, según datos de Human Rights Watch.
La economía haitiana ha experimentado una contracción durante cuatro años consecutivos, disminuyendo un 1,7 por ciento en 2022, según datos del Banco Mundial.
“Solíamos ser autosuficientes en gran medida en términos de producción agrícola. Ahora, importamos prácticamente todo lo que consumimos”, cuenta a DW el haitiano Robert Fatton, profesor en el Departamento de Política de la Universidad de Virginia en Estados Unidos.
“Y ahí creo que la comunidad internacional es un problema, porque los programas que han planteado siempre han estado orientados a la exportación y han destruido a largo plazo la economía agrícola de Haití”, observa.
El legado del colonialismo
El pasado colonial y la intervención internacional son parte de las causas que han llevado a la actual situación del país. Esto, aunque Haití hizo historia en 1804, convirtiéndose en la primera nación en independizarse en América Latina.
Pero el país lo tuvo difícil: Francia impuso a Haití un arancel del 50 por ciento de reducción a las importaciones francesas y una indemnización de 150 millones de francos (unos 21 mil millones de dólares de hoy), a cambio de reconocimiento diplomático de la nueva nación.
“Pero, al mismo tiempo, ¿por qué los gobernantes de Haití aceptaron pagar esa indemnización? Lo que estoy sugiriendo es que tenían especial interés en hacerlo para defender su propiedad”, afirma a DW Robert Fatton.
Racismo y desigualdad
El politólogo haitiano de la Universidad de Virginia explica que el colonialismo dejó un legado de racismo y desigualdad que ha continuado afectando el tejido social y económico del país hasta la actualidad, creando barreras significativas para el desarrollo y la igualdad.
Algo en lo que coincide otro politólogo haitiano, Louis Jean Pierre Loriston: “Solamente los hijos de los militares y la élite política podían tener estudios. Porque ellos sabían que si mantenían a esta clase campesina -los antiguos esclavos- en la oscuridad, sin educación, ellos nunca iban a poder salir a reivindicarse”.
¿Cómo sacar a Haití de la crisis?
Actualmente, el primer ministro Ariel Henry dirige el país sin un mandato constitucional, tras el asesinato de Jovenel Moïse, gobernando por decreto. Muchos haitianos están insatisfechos con Henry, que carece de legitimidad constitucional, pero es apoyado por la comunidad internacional.
Los especialistas entrevistados coinciden en la importancia de formar un Gobierno de transición confiable, que reemplace al actual y comience un proceso electoral para restaurar la democracia.
Restablecer la seguridad
Pero para poner en marcha un proceso democrático, es necesario “restablecer unos mínimos de seguridad, que permitan asegurar el funcionamiento del país”, dice Nathalye Cotrino, de Human Rights Watch.
La experta propone “desarrollar estrategias que permitan a la Policía Nacional recuperar la confianza y la legitimidad entre la población”. Parte de esto podría ser “aplicar un mecanismo de investigación de antecedentes para la Policía haitiana”, y apartar a quienes han participado en grupos violentos.
La comunidad internacional ha respondido a la situación en Haití con diversas medidas de apoyo. El Consejo de Seguridad de la ONU aprobó el despliegue de una misión multinacional, enfocada en fortalecer a la policía nacional haitiana en su combate contra la criminalidad. Adicionalmente, Haití y Kenia firmaron un acuerdo bilateral para el envío de 1.000 policías keniatas que encabezarán esta misión, con el apoyo financiero de países como Estados Unidos, Canadá y Francia.
El doble filo de la intervención internacional
Pero muchos critican la intervención internacional, también Keith Mines, director del programa para América Latina del Instituto de la Paz de Estados Unidos: “La ayuda va y viene, elude las tareas básicas de ayudar a construir las instituciones que Haití necesita, impulsando siempre iniciativas privadas, y muestra una impaciencia sin sentido, en un país que necesita una mano sostenida de amistad colegiada”.
Wooldy Edson Louidor, profesor colombo-haitiano en la Universidad Javeriana de Colombia afirma que el apoyo de la comunidad internacional es importante, “pero para llegar a una solución haitiana. Y esta solución haitiana pasa por el regreso al orden constitucional”.
(rml)